Autor:: José María Sánchez Osuna

Autor:: José María Sánchez Osuna

viernes, 16 de diciembre de 2016

PALACIO DE CARLOS V EN LA ALHAMBRA

Siendo ya señor de América, el Emperador Carlos V trasladó su corte a las casas reales de la Alhambra, para pasar en ellas el verano de 1526, germinando el deseo de hacer de Granada uno de sus puntos de residencia, por lo que proyectó construir un nuevo palacio, con mayores comodidades y más espacio que el árabe, apto para el invierno y las exigencias de la vida, pero conectado a éste para seguir disfrutándolo. Así se llevó a efecto una de las mejores obras renacentistas que se descubren fuera de Italia y el primer gran palacio real de los monarcas españoles. 
Fue don Luis Hurtado de Mendoza, quien buscó los medios económicos para sufragar el proyecto: impuestos que debían pagar los moriscos a cambio de conservar algunas de sus costumbres. Posteriormente hubieron de buscarse otros recursos procedentes del Alcázar de Sevilla y los azúcares granadinos. Se encargó el proyecto en el año 1527 al arquitecto y pintor toledano Pedro Machuca, artista que se había formado en Italia con Miguel Ángel, siendo ésta su principal obra. Tras su muerte, el 4 de junio de 1550, se encomendó el trabajo a numerosos arquitectos, algunos tan importantes como Juan de Orea, que desempeñaba la obra de la Catedral de Granada, o Juan de Minjares, aparejador de los palacios de Aranjuez y El Escorial.
El edificio de estructura cuadrangular es de cantería, midiendo 63 metros de longitud y 17,40 de altura en las fachadas principales, quedando inscrito en el interior su patio circular, lo que determina una planta extraña y de difícil aprovechamiento, sin precedentes construidos. Está unido al Alcázar árabe, motivo por el que únicamente están decoradas las fachadas sur y occidental, parte de la del norte y la mitad de la otra. El conjunto dispone de dos cuerpos: el inferior de orden toscano, de obra almohadillada, con sillares picados y salientes pilastras en las que se insertan grandes anillones de bronce para atar los caballos. En los espacios intermedios de las pilastras se abren ventanales rectangulares y, sobre ellas, otras circulares (acristaladas recientemente), extendiéndose a lo largo de este cuerpo un amplio poyo que forma el zócalo del palacio. 
Análoga disposición de huecos y pilastras ofrece el segundo cuerpo, que está mucho más ornamentado, bajo cuyas ventanas circulares, se abren balcones con elegantes dinteles. Las pilastras son de orden jónico, apoyando un entablamento corintio y en los pedestales en que se apoyan se hallan esculpidos los símbolos de la Orden del Toisón, alternados con las columnas de Hércules. La parte central de las dos fachadas principales las ocupan magníficas portadas de mármol de Sierra Elvira, que son del más bello Renacimiento español. La del mediodía, que está orientada a la torre de la Justicia, tiene el cuerpo inferior jónico, y sus pedestales se prolongan a los lados para sostener dos leones tendidos, que muestran bajo-relieves con trofeos guerreros romanos, árabes, turcos y cristianos; la puerta tiene una cornisa y frontón con un relieve de la Abundancia en su tímpano y, sobre él, figuras aladas de la Fama y la Victoria ofreciendo coronas al vencedor y acompañadas de geniecillos. El segundo cuerpo de esta portada es de orden corintio, y sus dobles columnas se apoyan en pedestales con relieves que forman una balconada. 
La portada del lado occidental, que se considera la principal entrada del Palacio, es dórica, con cuatro grupos de columnas dobles estriadas, cuyas basas y capiteles están preciosamente adornados. Entre las columnas se abren tres puertas: la central, de gran tamaño, sirve de apoyo a la estatua de una mujer que sostiene una granada simbólica en una de sus manos y extiende la otra en ademán de señalar, como haciendo al Emperador la ofrenda del palacio. Las otras dos puertas son más pequeñas y están adornadas con grupos de frutas en ménsulas y con medallas en sus tímpanos. Sobre estas portadas aparecen medallones enmarcados en piedra serpentina. 
La fachada oriental, que está emplazada mirando a Santa María de la Alhambra, ocupa su centro una puerta en cuyo dintel aparece grabada la inscripción «Imp. Caes. Karolo V». Otra puerta similar se encuentra en la fachada norte, dando frente a la entrada actual del Alcázar árabe y por ella tienen acceso las dependencias subterráneas de éste.una de las más bellas creaciones del Renacimiento. Su amplio círculo, de 30 metros de diámetro, ocupa el centro de la construcción y lo rodea un ancho pórtico con 32 columnas dóricas. Las columnas, de piedra pudinga del Turro (Loja), corresponden a otras tantas pilastras que decoran el muro del claustro, entre las que se abren arcos, hornacinas y puertas para comunicar con las diversas dependencias del edificio. Igual disposición ofrece la parte alta, que tiene columnas jónicas apoyando un entablamento de piedra de Elvira que forma un anillo de sorprendente ejecución.  
El patio, en alto, es por su grandeza y suntuosidad, una de las más bellas creaciones del Renacimiento. Su amplio círculo, de 30 metros de diámetro, ocupa el centro de la construcción y lo rodea un ancho pórtico con 32 columnas dóricas. Las columnas, de piedra pudinga del Turro (Loja), corresponden a otras tantas pilastras que decoran el muro del claustro, entre las que se abren arcos, hornacinas y puertas para comunicar con las diversas dependencias del edificio. Igual disposición ofrece la parte alta, que tiene columnas jónicas apoyando un entablamento de piedra de Elvira que forma un anillo de sorprendente ejecución.



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